Famoso por sus fuegos artificiales de fin de año, cada vez más navieras cuadran sus calendarios para pasar esta fecha señalada en este puerto o incluso fondear en sus exteriores para disfrutar del espectáculo.
Nuestro primer encuentro con Funchal tuvo un carácter agridulce, ya que coincidió con el peor temporal en los últimos cuarenta años provocando inundaciones, avalanchas y causando graves destrozos en Madeira. A pesar de la desgracia, pude comprobar fehacientemente que los informes que algunos amigos me habían dado de la capital madeirense estaban ajustados a la realidad. Funchal era una ciudad francamente preciosa y encantadora. Un destino de crucero que contaba con todos los atractivos para que las grandes compañías organizaran una escala en la isla.
Caminando a continuación por la Rua Fernando de Ornelas que enlaza con la Rua do Aljube, nos encontramos con la Catedral, un templo en el que me encontré muy a gusto, ya que su edificación me trajo reminiscencias a las iglesias tinerfeñas. A la entrada, una estatua del Papa Juan Pablo II recuerda su visita a Funchal el 12 de mayo de 1991. Ya estamos en la Avenida Arriaga, el centro neurálgico de Funchal, con importantes edificios como el Palacio del Gobierno Regional y el Teatro Municipal, en donde igualmente podemos hallar un punto de información para turistas. En esta calle también se ubica el exuberante Jardín Municipal, un lugar recoleto que recomiendo para descansar un rato de la caminata.
En la Rotonda del Infante Don Henrique, echamos un vistazo a la hermosa fuente con una gran esfera armilar en el centro, para seguir con nuestro recorrido por la Avenida do Infante, a cuya izquierda, de inmediato nos encontramos con el Parque Santa Catarina, una gran superficie ajardinada con agradables sorpresas en su interior. A continuación está situada la Quinta Vigia, residencia oficial del Presidente del Gobierno Regional, cuyos jardines están abiertos al público, y que tiene una fantástica vista sobre la bahía y puerto. Justo al lado, se halla el Casino de Madeira, en donde finalizamos este segundo periplo.
Compras. En el cruce con la Rua do Conselheiro (Primer Recorrido), aconsejamos visitar la Casa del Turista, un agradable lugar ubicado en un viejo caserón típico, en donde se puede encontrar todo tipo de regalos y recuerdos, especialmente en lo referente a la artesanía y los productos vinícolas de Funchal.
Comer en Funchal. La Rua de Santa María, en la segunda ruta propuesta, podemos encontrar varios restaurantes de comida local. Aunque no paramos en nuestras escalas lo dejamos pendiente para la siguiente visita. Lo que sí es imprescindible es hacer una parada para tomar un vino dulce de Madeira acompañado de un buen pastelito de nata. Cuando están recién hechos son una delicia y es imposible sólo comer uno (yo me comí tres en las distintas paradas). El Golden Gate Grand Cafe es un lugar clásico donde poder hacer una parada y tomas ambas cosas. Es caro pero puede merecer la pena.
Un consejo para el viajero que arriba por primera vez a Madeira: antes de escoger una excursión para visitar algún otro lugar de la isla, quédense en la capital. Estoy seguro de que no se arrepentirán.
Funchal es, en suma, una cautivadora y fascinante ciudad con la que siempre me reencuentro con renovada ilusión siendo, sin duda, una de mis predilectas como crucerista.